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Luz verde en la UE a la talidomida para el mieloma múltiple

JANO.es y agencias · 23 abril 2008

Comercializada por la compañía biofarmacéutica Celgene como Talidomida Pharmion, se utilizará en combinación con melfalán y prednisona

El sol se agota, rodeado de un halo dorado, lejos del avión. Las caras de las azafatas reflejan unos rayos tenues, polarizados a través del plástico de las ventanillas. El trato afectuoso y cálido de las auxiliares de vuelo compensa una temperatura exterior que presumo muchos grados por debajo de cero. Observándolas acude a mi mente el hispánico mito de las “suecas”, quizá tan raído como mis pensamientos, pero que influyó positivamente en el aperturismo de una España rancia y casposa que todavía mantiene seguidores. En realidad no voy a Suecia, sino a Finlandia, uno de los países más progresistas del mundo, y una azafata con el pelo muy largo, oscuro y con los ojos alargados, me recuerda que vamos a aterrizar en Laponia, junto al círculo polar ártico. Tengo la impresión de que el frío será, por una vez, confortable.

Aterrizamos en Rovaniemi y enseguida me dirijo a un restaurante de hielo —quiero decir, construido íntegramente con hielo y nieve—, uno de los objetivos de mi viaje. Su nombre espoco original: Snowland que significa “tierra de nieve”. En las noches nórdicas, bajo las imprevisibles auroras boreales, los hoteles y los restaurantes de hielo destacan por sus colores brillantes. Son construcciones efímeras, que duran lo que permiten unos inviernos cada vez más exiguos por los avatares del clima. Con el deshielo desaparecen, se funden. Entonces sólo quedarán fotografías y vivencias. Al año siguiente se construirán de nuevo, con un diseño renovado, aprovechandolas nieves de diciembre. Como gratinado de reno ahumado, salmón y un helado para remachar la faena. Luego, un chupito de alcohol de hierbas, en vaso de hielo moldeado a mano que nadie se lleva de recuerdo. La calefacción de los hoteles es potente y los reduciría a un charco de agua.

El puente de Rovaniemi, del más puro estilo Calatrava, destaca sobre los tonos azulados de un río solidificado. No sé bien si se trata del Kemijoki o del Ounasjoki, pero tanto da. Una fugaz mirada al reloj indica que son las seis de la mañana. Amanece y es primero de marzo. Me encuentro a 830 kilómetros alnorte de Helsinki y a tan sólo ocho de la casa de Santa Claus. Los abetos siguen iluminados, a pesar de que las navidades están ya olvidadas. Quizás en este país se celebran todo el año.

Navegar en el Báltico helado

Aunque hace frío, mucha gente se desplaza en bicicleta. El viento impulsa una ligera nube de niebla sobre el puente que se mezcla con el humo de las chimeneas. ¿Qué puedo hacer, aparte de senderismo, pesca o esquí, en este mundo blanco? Pues, navegar en el Báltico, por ejemplo, con el aliciente que el mar está helado y caminaré por encima de las olas. Me embarco en el rompehielos Sampo, varado en Kemi, junto al golfo de Botnia. Según mis apuntes es el único rompehielos “turístico” del mundo y ofrece, como aliciente principal, un menú saludable y, de postre, un chapuzón entre témpanos. Gracias a unos espectaculares trajes de neopreno que dejan flotando como boyas a los pasajeros, es posible bañarse a varios grados bajo cero y disfrutar con la experiencia.

El rompehielos avanza, y cuando el grosor de la capa de hielo lo detiene, emprende suavemente la marcha atrás para tomar impulso y vencer la resistencia. Por fin, la proa redondeada del barco —75 metros de eslora y 8.800 caballos de fuerza— resquebraja el hielo como una galleta. El espíritu del Ártico invade la cubierta en estéreo, desde babor y estribor, y escuchamos continuamente un chasquido metálico, discordante, estremecedor, reconfortante. Cuando el Sampoo se detiene, un grupo de motoristas desembarca en medio de la nada. Motos de nieve y un rompehielos crean una combinación explosiva, suavizada por los colores cálidos de las estructuras. Me siento como un microbio que paseara sobre una pastilla de mantequilla, cuando desciendo para fotografiar el avance imperturbable del Sampo entre el hielo.

Hoteles de hielo

Por la tarde me invitan a una boda en un castillo de nieve, cerca de Lumi Linna. Los novios pasarán la noche en la suite nupcial, que cuesta unos 300 euros y, como todas las dependencias del Snow Castle, se mantiene en unos confortables cinco grados bajo cero, con independencia de la temperatura exterior. Es el principio por el que se sobrevive al frío en los iglús. Los invitados nos hospedaremos en habitaciones algo más modestas, con bloques de hielo revestidos de piel de reno comolecho, y cobijados en un saco de dormir a prueba de todo. No tengo valor para quitarme el gorro de lana y los calcetines. La dirección recomienda que la ropa interior de los huéspedes sea larga. Pero duermo tranquilo. En las paredes hay sendos extintores, como obliga la legislación finlandesa, por si hubiera fuego. Snow Castle se abre el 31 de diciembre y permanece enservicio hasta mediados de abril, cuando las temperaturas exteriores aconsejan su cierre. Entonces, como los demás hoteles helados de Finlandia, desaparecerá. Uno de los muchos arquitectos especializados de Kemi se encargará de diseñar otro nuevo castillo que,como los anteriores, requerirá entre 20.000 y 25.000 metros cuadrados de nieve.

Al día siguiente visito a Santa Claus, que tiene su morada en la latitud donde comienza el círculo polar ártico. Charlar unos minutos con él esgratis. La foto oficial ya es otra cosa. A la salida, almacenes y tiendas de recuerdos. ¡Ah! El consumismo de nuestra época… me encuentro como en Disneylandia, aunque en una versión más atenuada y fresquita. Hoy vales lo que compras. Unas 300.000 personas acuden a la oficina de correos donde reside este entrañable personaje de blanca barba y mirada dulce, un poco miope, que un tal Oncle Markus describió por primera vez en 1927. O sea, que pasa de los 80 años. Su reno preferido —me explica— está de vacaciones en el Caribe. Santa Claus permanecede guardia todo el año, incluido el día de Navidad.

Otro día visito un nuevo hotel de hielo, el Lainio Snow Village de Ylläs. Un conejo faraónico custodia la entrada principalde este recinto azul, pero cálido en su interior. Espero, dormido, a sabiendas de que si el cielo se ilumina el recepcionista del hotel me despertará para contemplar el espectáculo, una aurora boreal que no acude a la cita. Otra vez será. Para desquitarme, la jornada siguiente esquio, paseo en una moto denieve, admiro paisajes nevados en trineo, disfruto de los placeres de una sauna como Dios manda y me hincho de comer carne de reno, una delicia finlandesa que carece de colesterol. ¡Ah! Y en ningún momento pasé frío. En todos los lugares me facilitaron ropas acolchadas que, más bien, me hicieron sudar copiosamente. Yo diría que nunca he tenido tanto calor como en este periplo ártico.

Texto y fotos de Tino Soriano

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