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Encerradas en sí mismas, ausentes, ensimismadas, ajenas a nuestra mirada y acaso por ello profundamente desinhibidas, las mujeres que viven en los dibujos y óleos de Gustav Klimt nos cautivan.

Séptimo y el menor de los hijos de un conocido orfebre vienés, Gustav Klimt nació el 14 de julio de 1862 en Baumgarten, localidad próxima a la capital de Austria. A lo largo de los 56 años de su existencia —moriría el 6 de febrero de 1918 como consecuencia de la mal llamada gripe española—, Klimt se convierte en el referente esencial del más brillante capítulo del arte vienés de finales del siglo XIX. Cofundador y primer presidente del grupo Sezessión, la versión austríaca del Art Nouveau, su obra combina hondura y sensibilidad irrepetibles, preciosismo con intelectualidad y es capaz de yuxtaponer una visión decorativa con otra muy real, muy verdadera, muy forjada a pie de calle.

Sus dibujos y lienzos, escrupulosamente concebidos, llegan muy hondo y conmueven, quizás porque son la sincera expresión del momento histórico que le tocó vivir; un fin de siglo apasionante y tenso del que nacerá el mundo moderno.

Pintor de los grandes temas: la vida, la muerte, la melancolía por el irreversible paso del tiempo, la belleza, el placer, el dolor..., por y sobre cualquier otro, el tema central de la extensa obra de Klimt es la mujer.

Fuerte erotismo

Ubicar al artista en su momento es situarlo en plena eclosión del erotismo. Una muy acusada carga erótica recorre la Europa de la segunda mitad del siglo XIX, un mundo que acabará con el estallido de la primera Gran Guerra.

El amor se contempla como el súmmum de la elegancia. Una actitud liberal ante la sexualidad se hace evidente entre intelectuales y artistas. El placer por el placer es, también, una forma de afrontar y entender la vida. Todo incita a la sensualidad, a una más o menos explícita visión sexual.

Klimt fue un minucioso testigo del momento histórico que le tocó vivir. Frente al decorativismo de muchos de sus 250 lienzos, los más de 1.000 dibujos que realiza presentan la versión más realista y espontánea de su obra y nos ayudan a acercarnos al pintor, a sus anhelos, a sus obsesiones, a su arte.

En los dibujos a lápiz es donde Gustav Klimt se muestra más directo. El profundo erotismo que encierran la mayor parte de ellos transmite su carnal fascinación por la mujer, por lo que en muchos momentos fue tildado de artista obsceno.

En su obra, y muy especialmente en sus dibujos, se explicitan buena parte de los tabúes sexuales de su época, lo que hizo que se fueran tejiendo multitud de leyendas en torno al ambiente de relajación sexual que se respiraba tras las paredes de su estudio.

Al margen de exageraciones o fantasías, la realidad es que el pintor admitió, al final de su vida, haber tenido 4 hijos, hasta entonces no reconocidos, de sus modelos.

Jóvenes, ancianas, embarazadas

Franz Servaes escribe textualmente: “Mientras él estaba sentado y silencioso ante su caballete, se paseaban arriba y abajo, se desperezaban y alegraban la estancia, siempre preparadas para responder a una señal del maestro y quedarse quietas cuando él observaba una postura, un movimiento que su sentido de la belleza le pedía que dibujase rápidamente”.

Las plasma reflejando mucho más que una mera representación erótica. Las mujeres de Klimt se presentan absolutamente absortas, fuera de la realidad, fuera también de toda historia y ornamento que pudiera explicarnos su desnudez. Son simplemente desnudos. Mujeres desinhibidas que parecen no ser conscientes de estar siendo observadas.

No tienen esas figuras la agresividad de los desnudos de Picasso, Egon Schiele o Lucian Freud, pero al mirarlas, ingrávidas en sus marcos, se siente una cierta turbación por el hecho de invadir la intimidad de esas personas.

No asiste el espectador a juegos sexuales, sino que sorprende una intimidad, desvela un misterio y, al hacerlo, puede llegar a sentirse un voyeur que invade un territorio vedado.

Klimt, que según el enfoque dibujaba indistintamente con la mano derecha o izquierda, prestó una muy estudiada atención a la belleza femenina en decadencia. Son numerosas sus obras, otra vez con especial mención a los dibujos a lápiz, de desnudos que representan a mujeres ya ancianas, con los cuerpos ajados, pero reflejados, dentro de su crudeza y realismo, con un profundo respeto. Con un trazo entrañable.

Klimt prestó una muy estudiada atención a la belleza femenina en decadencia.

La medicina perdida

En su obra Klimt incluye figuras de mujeres ancianas, gordas o enfermas en una serie de cuadros alegóricos sobre la filosofía, la jurisprudencia y la medicina. Figuras cuya representación pictórica era rechazada por sus contemporáneos por considerarlas indignas de tratamiento artístico.

Esas monumentales obras, destinadas a decorar el techo del aula magna de la nueva Universidad de Viena, nunca ocuparon el lugar previsto. Cuando la primera de ellas, Filosofía, fue presentada, escandalizó y 87 profesores vieneses solicitaron al Ministerio de Cultura su rechazo.

La polémica y el escándalo fueron aún mayores cuando se presentó en la X Exposición de la Sezessión la obra La medicina.Tras su presentación en 1901, el fiscal del Estado exigió el secuestro de la revista Ver Sacrum en la que se publicaban algunos bocetos de la obra. En el Parlamento vienés se produjo un tremendo debate acusando al pintor de confuso y amoral.

La medicina, según el boceto que se conserva, hace alusión a un tema que Klimt volverá a tratar en Las tres edades de la mujer. La composición está presidida por Hygeia, diosa de la salud, que mira de frente vestida con una larga túnica y una serpiente enroscada en el brazo. Tras ella una serie de mujeres flotan en una especie de torbellino que conduce a la muerte. Fuera de ese conjunto puede verse a una mujer desnuda con el sexo ligeramente tapado por un velo. Su postura es forzada. Arquea el cuerpo para hacernos más evidente su desnudo. La imagen que representa al dolor tira de su brazo, mientras un hombre lo hace de su cuerpo en el intento de integrarla al grupo doloroso de la muerte.

Las posibilidades de la ciencia y de la medicina en su lucha contra el sufrimiento y el fin son alegóricamente utilizadas por Gustav Klimt en esta espléndida obra perdida entre las llamas, en 1945, en el incendio del castillo de Immelford.

Una vez más, ese genial vienés tan injustamente tratado y tan mal comprendido por muchos en su época, muestra que su arte está intimamente ligado a una percepción humana, humanísima y comprometida, de la vida.

Exposición en Madrid

Un centenar de dibujos de Gustav Klimt, centrados exclusivamente en la figura de la mujer, integran esta magnífica muestra en la que predominan los desnudos marcadamente eróticos que comparten espacio con desnudos de mujeres ancianas y embarazadas y un conjunto de retratos femeninos.

En los dibujos a lápiz es donde Gustav Klimt se muestra más directo. El profundo erotismo que encierran la mayor parte de ellos transmite su carnal fascinación por la mujer, por lo que en muchos momentos fue tildado de artista obsceno.

Gustav Klimt. Mujeres 16 de junio a 3 de septiembre Sala de Exposiciones Fundación Mapfre Avda. General Perón, 40. Madrid

Entre el 16 de junio y el 3 de septiembre la Sala de Exposiciones de la Fundación Mapfre, en Madrid, presenta la primera exposición monográfica sobre Klimt que se haya realizado en España. Todos los cuadros provienen de la Colección Sabarsky, con sede en Nueva York, que integra el mayor y más valioso conjunto de dibujos del expresionismo alemán, especialmente de Gustav Klimt, Egon Schiele y Oskar Kokoschka.

Una colección que se salvó gracias a la decisión del propio Sabarsky que, huyendo de los nazis, se refugió con sus obras en París en un primer momento y posteriormente, y de forma definitiva, en Nueva York.

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