Viernes, 26 de Abril del 2024

Últimas noticias

GINECOLOGIA

Ovario poliquístico y aterosclerosis coronaria

JANO.es · 10 enero 2008

Un estudio publicado en el “Journal of Clinical Endocrinology and Metabolism” por médicos estadounidenses asocia ambos trastornos en mujeres obesas

Puede que sean manías mías, pero cada día que pasa mi buen amigo Ramón me parece más sabio y ocurrente. Eso sucede, sobre todo, desde que se hizo vegetariano y prescindió del vino en todas sus comidas. Esta mañana, por ejemplo, me sorprende diciendo que la televisión y los televisores vienen a ser en estos tiempos algo así como la versión electrónica del diablo.

– Pues yo he imaginado siempre a los diablos con cuernos —le digo, divertido por su ocurrencia—. Dime, ¿dónde tienen los televisores los cuernos?

Ramón esperaba que le hiciese una pregunta parecida y responde que los cuernos de los nuevos diablos electrónicos pueden ser perfectamente esas antenas que se colocan sobre los televisores para mejorar la imagen. Una vez que ha dicho eso enciende un cigarrillo con aire displicente, arroja por la nariz una larga columna de humo y me cuenta que hace un par de semanas tuvo la ocurrencia de enterrar su televisor portátil, de diez pulgadas, mientras estaban retransmitiendo uno de esos abyectos programas en los que la gente se insulta y se tira los trastos a la cabeza.

– Era una hermosa noche de plenilunio y parecía que la luna podía cogerse con la mano con sólo levantar el brazo. Recuerdo también que todos los mochuelos andaban como alborotados y no paraban de ulular, intercambiándose contraseñas y mensajes. Bajé al solar que hay delante de casa, puse el televisor en marcha y lo deposité cuidadosamente en el fondo de un pozo que había cavado aquella misma mañana al pie de un olivo muerto. Luego empecé a echar la tierra removida encima del televisor sin que la presentadora y los espectadores que estaban en el estudio se diesen cuenta de lo que estaba ocurriendo. Lo digo porque continuaron insultándose a mansalva y soltando de vez en cuando grandes carcajadas. Cuando acabé de enterrar el televisor se hizo por fin el silencio, llegó volando un mochuelo y se posó sobre la rama más alta del olivo. Así fue, amigo mío, como se consumó el primer televicidio de la historia.

– ¿Y que sucedió luego?

– Eso ya no te lo cuento —dice—. Sólo puedo adelantarte que al cabo de cinco minutos llegó la policía. Rodearon el solar y tuve que salir con los brazos en alto y reclamando la presencia de mis abogados. A partir de ahí puedes imaginarte lo que más te guste.

Copyright © 2024 Elsevier Este sitio web usa cookies. Para saber más acerca de nuestra política de cookies, visite esta página

Términos y condiciones   Politica de privacidad   Publicidad

¿Es usted profesional sanitario apto para prescribir o dispensar medicamentos?