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Referentes literarios

Médicos y escritores

Dentro de la larga lista de médicos escritores (Rabelais, Chéjov, Conan Doyle, Baroja, Bulgakov, Munthe, Celine, Maugham, Levi, Estañol, etc.) hay algunos que oscilaron entre la psiquiatría y la literatura. Debemos señalar tres ejemplos: Jean Delay, Antonio Lobo Antunes y… Oskar Panizza. El primero, una de las figuras más distinguidas de la psiquiatría del siglo xx, pudo durante algún tiempo conciliar ambas actividades. A partir de la revuelta estudiantil de mayo de 1968, que tuvo entre sus características la crítica feroz contra “los mandarines”, tomó, desencantado y herido, su jubilación anticipada, abandonó la clínica (nunca tuvo práctica privada) y se dedicó exclusivamente a la escritura. El segundo, uno de los escritores contemporáneos más relevantes, sirvió como médico en el ejército portugués durante la cruenta guerra de Angola y tras su regreso a Lisboa ejerció por breve tiempo la psiquiatría. Pronto la abandonó (basta leer su célebre novela Memoria de elefante para percibir la mitigada opinión que le merece esa especialidad) para dedicarse por completo a la creación de una sólida y reconocida obra literaria. La tercera figura que evoco a contraluz de sus otros dos colegas admirados y triunfadores, fue Oskar Panizza, un psiquiatra y escritor alemán ahora olvidado, cuya dolorosa vida plantea múltiples motivos de reflexión para el especialista contemporáneo.

Oskar Panizza murió en 1921, en un asilo psiquiátrico, tras un prolongado encierro. ¿Fue ese el castigo que el poder al que criticó le impuso por su obra blasfema e irreverente?

Oskar Panizza nació en Bad Kissingen, en Baviera, en 1853 (tres años antes que Kraepelin y Freud), segundogénito de un matrimonio asaz disímbolo: el padre, católico, provenía de una familia de pescadores del lago Como, y la madre, prolífica escritora, de una de aristócratas hugonotes que se estableció en Wurzburgo en el siglo XVII.

En su vida tuvieron un gran peso los conflictos religiosos y su constante lucha con la autoridad, así como los antecedentes psiquiátricos de la rama materna. El padre, descrito como “pasional, excéntrico, irascible, hombre de mundo y mal administrador de la hacienda familiar”, murió cuando Oskar tenía dos años, lo que explicaría su estrecha relación con la madre durante la infancia. Fue un niño introvertido de imaginación vivaz que tuvo dificultades de aprendizaje. A los 12 años presentó un episodio de sonambulismo. A los 17 se trasladó a Múnich para sacar adelante su formación preparatoria y, simultáneamente, hacer estudios musicales. Tuvo discusiones con la madre porque deseaba ser cantante y gastaba el dinero que le enviaba en las múltiples diversiones que Múnich ofrecía. Finalizó sus estudios preparatorios hasta concluir su servicio militar. A los 24 años abandonó la música y se inscribió en la Facultad de Medicina. Se dedicó en cuerpo y alma al estudio y destacó por su constancia. No abandonó del todo su vida licenciosa: cuando era estudiante universitario contrajo sífilis en una de sus desafortunadas aventuras con prostitutas. La infección luética se manifestaría después como una goma incurable en la tibia derecha.

En 1880 obtuvo su título con la tesis Über Myelin, Pigment und Micrococcen in Sputum y un año después viajó a París con la finalidad aparente de “actualizar sus conocimientos médicos”, pero más que visitar hospitales se dedicó a estudiar la literatura francesa y a asistir al teatro, lo que le haría descubrir su vocación. Ejerció la psiquiatría durante dos años como médico asistente del manicomio de Múnich teniendo como jefe nada menos que a Johann Bernhard Aloy von Gudden, cuya fama se debe tanto al hecho de haber sido el maestro de Emil Kraepelin como al dramático final que tuvo junto a su paciente, el rey de Baviera Luis II (el rey loco).

Abandono de la psiquiatría

Las tensas relaciones que mantuvo con su jefe, aunadas a sus problemas de salud y a su deseo de dedicarse a la literatura a tiempo completo, lo convencieron de que debía renunciar a su vida laboral hospitalaria. El trato con los pacientes psicóticos y las frustraciones de su vida personal lo condujeron a un severo episodio depresivo que duró un año. La creación literaria le permitió recuperar y mantener durante algún tiempo la salud mental. En 1885 viajó a Londres para estudiar la literatura inglesa. En esa fecha publicó el primero de tres libros de poesía con los que no obtendría reconocimiento. Éste llegaría con su primera obra narrativa, Dämmerungsstücke, dedicada a Edgar A. Poe, una serie de relatos ambientados en una zona intermedia entre el día y la noche, la realidad y la fantasía, la normalidad y la locura.

Aunque había abandonado la práctica psiquiátrica, en 1891 publicó un texto que alcanzó celebridad, Genie und Wahnsinn (Genio y Locura), en el que siguiendo las ideas de Lombroso abordó con originalidad temas como las alucinaciones y su influencia en el origen de las religiones, las psicosis y los efectos del cannabis. Ese mismo año empezó a llamar la atención de la censura y a escandalizar a los mojigatos, cuando en Gegen Pruderie und Luge (Contra la gazmoñería y la mentira) defendió el carácter sensual de la literatura germánica tradicional. Las cosas se complicaron cuando en Das Verbrechen in Tavistock-Square (El crimen de la plaza Tavistock) describió con gran realismo prácticas onanistas. La policía secuestró la edición y el autor fue llevado a juicio. Al año siguiente publicó un artículo sobre la prostitución a lo largo de la historia. Tras considerar a la mujer como seductora y tentadora, concluía que la prostitución era natural y necesaria. No ocultó su simpatía por las prostitutas. Ellas fueron, a lo largo de la vida, sus únicos contactos heterosexuales.

Problemas con la censura

Los problemas con la censura se agudizaron cuando en 1893, tras la proclamación por Pío IX del dogma de la Inmaculada Concepción de María, publicó una obra burlesca cuya autoría atribuía a un fraile español llamado Martín, apareciendo el nombre de Oskar Panizza como su traductor al alemán, y en la cual proponía que dicha condición se extendiese a todos los papas… Un año después se representó su primera obra teatral, Der heilige Staatsanwalt (El sagrado fiscal), que puso en escena el juicio de una prostituta acusada por cuatro testigos: “Bondad Eterna”, “Verdad”, “Belleza” y “Moralidad”, pero defendida por un testigo extraordinario: Martín Lutero. Ese mismo año Panizza publicó en Zúrich la que sería su obra más conocida: Das Liebeskonzil (El concilio de amor), “Tragedia celestial en cinco actos” firmada con el mismo seudónimo de su pieza anterior y en donde plantea el origen de la sífilis como la venganza de Dios hacia las criaturas sexualmente hiperactivas, representadas en la obra por los personajes de la corte papal de Alejandro VI, pero con clara referencia a su patología personal.

El escándalo ha acompañado desde su debut a esta pieza inspirada tanto en la historia de la Iglesia renacentista y en un hecho crucial de la patología venérea que surgió en esa época a la mirada médica, como en la casi contemporaneidad del Concilio Vaticano Primero convocado por Pío IX. En ella se muestran con gran realismo las disolutas costumbres de esa corte papal, Dios Padre aparece como un viejo decrépito que exhibe una morbosa afectividad hacia un querubín; Jesús, como una especie de idiotita eternamente sufriente y con problemas evidentes de fijación edípica, y María como una mujer hambrienta de sexo. La obra fue secuestrada y su autor acusado de ultraje a la religión. El proceso concluyó con la condena a un año de prisión y la destrucción de las copias de la pieza teatral. Panizza fue recluido en la cárcel de Núremberg. El ambiente carcelario minó tanto su salud física como su condición mental. Sus conocidos lo describieron a su regreso como pálido y adelgazado, dubitativo, sollozante, en contraste con su jovialidad previa.

Proceso de deterioro

En octubre de 1896 Panizza abandonó Baviera y se estableció en Zúrich con la intención de tomar la ciudadanía suiza. Sus biógrafos coinciden en que los textos de ese período muestran la gradual desintegración mental de su autor y el miedo que experimentaba de estar enloqueciendo. El psiquiatra tenía, empero, una más o menos clara percepción de su propio estado. Intentó luchar contra su desorganización con la ayuda de sus instrumentos de defensa: la psiquiatría y la literatura. Escribió la tragedia Nerón, en la que el emperador es descrito como un psicópata, y la Psychopathia Criminalis, de irónico subtítulo: “Instrucciones para dilucidar psiquiátricamente y determinar científicamente las enfermedades mentales reconocidas como necesarias por la corte. Para médicos, profanos, juristas, custodios, oficiales administrativos, ministros, etc.”, donde afirmaba, burlándose a la vez de la justicia y del alienismo, que “la libertad de pensamiento no era sino una forma de psicosis criminal que debía ser absolutamente perseguida en todos los niveles”.

A partir de 1898 se fueron haciendo más evidentes los elementos de un proceso de deterioro. Ese año fue expulsado de Suiza tras la denuncia de una prostituta de 15 años a la que contrató como modelo para realizar fotos de desnudos. Panizza acusó al káiser Guillermo II (“la gran persona desconocida”) de ser el motor de su expulsión. Desarrolló paralelamente un odio progresivo hacia todo lo alemán hasta el grado de casi abandonar el uso de esa lengua, prefiriendo el uso del francés que era strictu sensu la herencia de su rama materna. Se mudó a París. Su productividad literaria se empobreció. En la capital francesa, en donde vivía en un penoso aislamiento social e intelectual y en una progresiva estrechez pecuniaria, logró publicar —¡a su propia costa!— su último libro, Parisiana, en donde el elemento paranoide resulta muy evidente: el káiser es considerado “enemigo público de la humanidad y de la cultura”.

Triste final

Su crítica situación económica le obligó a regresar a Alemania, donde le esperaba la prisión. Tras cuatro meses de reclusión fue enviado a una clínica psiquiátrica que resultó ser precisamente aquella en donde había ejercido la especialidad. Allí le fue diagnosticada una forma de paranoia crónica. La sintomatología alucinatoria auditiva se agregó al sistema delirante interpretativo. Hicieron su aparición las ideas suicidas. Durante tres meses vivió aislado de todos y presentó un intento suicida que el terror le impidió llevar a cabo. El 5 de febrero de 1905 fue internado voluntariamente. El dictamen (“delirios sistematizados de persecución”) lo redactó el doctor Gudden, el hijo de su antiguo jefe, que era por entonces asistente de Kraepelin.

Oskar Panizza murió en ese asilo psiquiátrico el 28 de septiembre de 1921. Algunos biógrafos han sostenido que este prolongado encierro fue el castigo que el poder al que criticó le impuso por su temática blasfema e irreverente. La larga noche de ese internamiento plantea dudas sobre la etiología del grave deterioro del psiquiatra-escritor. ¿Sufrió el debilitamiento que estaba al final de los cuadros paranoicos según Griesinger? ¿Fue uno más de los artistas de ese siglo a los que la sífilis condujo a la demencia? ¿O tal vez, como él planteó en El concilio de amor, podría pensarse en esa enfermedad sexualmente trasmitida como la metáfora de la venganza de un dios.

 “Tras considerar a la mujer como seductora y tentadora, Oskar Panizza, concluía que la prostitución era natural y necesaria. No ocultó su simpatía por las prostitutas. Ellas fueron, a lo largo de la vida, sus únicos contactos heterosexuales”.

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