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Sobrepeso en la adolescencia y mayor riesgo de futuras fracturas

JANO.es · 14 diciembre 2007

La causa es, según médicos de la Universidad de Georgia (Estados Unidos), que las chicas con exceso de peso suelen tener los huesos menos densos que el resto

Mi buen amigo Ramón, que desde hace unos dias se está dejando crecer la barba —seguramente para imponer un poco más de respeto a sus compañeros de oficina—, me confiesa esta mañana de noviembre, mientras los árboles del parque pierden sus últimas hojas, que su esposa compró hace un par de semanas un precioso almohadón de raso para que el caniche de la familia duerma cada tarde la siesta.

– Creo que le costó bastante dinero —añade Ramón, con acento compungido y bajando la mirada al suelo—. Sin embargo, se puso como un basilisco cuando le pedí que me comprase una de esas almohadas cervicales que ahora se están poniendo de moda.

– No te extrañes; hay muchas personas que sienten por sus perros un amor extraordinario —le digo, tratando de animarle—. Ahí tienes, por ponerte un ejemplo, al inmortal Goethe, que pensaba que cuando un perro está bien adiestrado es incluso digno del aprecio de un sabio.

– ¿Quién es ese Goethe? —pregunta Ramón. – Un extraordinario escritor alemán, autor de Fausto —le respondo—, tal vez una de las figuras señeras de la literatura mundial de todos los tiempos. Por lo que me cuentas, tu esposa Amalia es una de esas personas que, como Goethe, ama extraordinariamente a los perros.

Mi amigo suspira y permanece durante un buen un rato sin despegar los labios, esclavo seguramente de sombríos pensamientos. Por fin se arma de valor, cierra los puños y me confiesa que lo que le más le fastidia no es que su esposa ame desaforadamente a su caniche, sino que demuestre tan poco aprecio por su marido.

– Al fin y al cabo —añade—, no podemos olvidar que fui yo, y no ese asqueroso chucho, quien un día de primavera se casó con ella.

Vuelve a quedarse callado, pero de vez en cuando me mira de reojo, esperando tal vez que le diga alguna cosa que pueda servirle de consuelo, pero el tema del amor conyugal me ha parecido siempre muy delicado, no quiero comprometerme y prefiero llevar la conversación por otros derroteros. Se me brinda así la oportunidad de contarle más cosas de Goethe, de Fausto y de la bellísima Margarita, aunque sé de antemano que acabará quedándose dormido.

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