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Tratar la infección por H. pylori a tiempo protege frente al cáncer gástrico

JANO.es · 06 mayo 2008

La erradicación de esta bacteria revierte el daño que podría derivar en cáncer gástrico, según estudios realizados en ratones por investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts

El Prof. Bernat Soria Escoms (Carlet, Valencia, 1951) es doctor en Medicina y Catedrático Extraordinario de Medicina Regenerativa. Ha sido presidente de las sociedades españolas de Biofísica, Ciencias Fisiológicas, Diabetes y de la Federación Europea de Sociedades de Biofísica. Hasta su nombramiento el pasado 6 de julio como ministro de Sanidad y Consumo, desempeñó el cargo de director del Centro Andaluz de Biología Molecular y Medicina Regenerativa. Es el primer investigador que ocupa la cartera de Sanidad en la historia de la democracia española.

–¿Qué supone para nuestro país el desafío de la I+D+i?

–Todo un reto que no consiste solamente en aumentar la inversión. Eso, por sí solo, no resuelve la cuestión. Es necesario un cambio cultural, aumentando el número de patentes y promocionando la innovación y la transferencia de los resultados de la ciencia básica a la aplicación práctica, por ejemplo, en la atención al paciente.

–¿Falta cultura de patente?

–No creo que falte, pero sí que es necesario reforzarla, especialmente en el sector biomédico, donde parece haber una cierta carencia. Sería una falta cuantitativa, no cualitativa. Tenemos que multiplicar por 10 el resultado en patentes.

–¿Cómo se puede aumentar el número de patentes registradas en biomedicina?

–Con un esfuerzo conjunto de todos los agentes implicados: poderes públicos, investigadores, centros de conocimiento y empresas. Todos tenemos que esforzarnos para que en España los avances de la investigación básica concluyan en patentes, en productos y en know-how. Es necesario devolver a la sociedad la inversión que hace en formación y conocimiento, y qué mejor modo que hacerlo a través de algo que haga que el bienestar social avance, ya que la investigación científica en general y, en particular, la referida a las ciencias de la salud es causa de mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. En cuanto a los investigadores, hay que alentarles para que contemplen la patente como parte de su trabajo. Hacerles ver que ésta es tan importante como el número de papers que publican.

–En su investidura se comprometió a situar la innovación como eje de las políticas de salud, ¿en qué se está traduciendo ese compromiso?

–No fue un discurso de investidura sino un primer contacto, apenas llevo de ministro 7 meses y medio y dado el ritmo tengo la sensación de que llevo años. En este período hemos logrado aprobar en Consejo de Ministros el Conjunto de Acciones en Investigación Biomédica, que contiene el Plan de Terapias Avanzadas en el ámbito de la Medicina Regenerativa. Esta iniciativa está dotada con 21 millones de euros para investigar soluciones en 12 patologías que en la actualidad no tienen alternativa terapéutica, como la esclerosis múltiple, la terapia celular de las lesiones medulares, la regeneración hepática, las distrofias musculares, la enfermedad de Crohn o la diabetes, en la que ya hay 4 ensayos clínicos en marcha. El Conjunto de Acciones también engloba la Acción Transversal en Cáncer, en la que hemos invertido 90 millones de euros y en la que también hay 4 grupos de investigación españoles trabajando. Además, se resolvió la convocatoria de proyectos sin interés comercial, se han constituido 2 nuevos CIBER que se suman a los 7 ya existentes, etc. Por otro lado, este Ministerio ha apostado muy fuerte por la receta electrónica y la posibilidad de acceder al historial clínico digital de los pacientes a través de una tarjeta electrónica personal.

–¿Cuáles son las fortalezas y debilidades de nuestro sistema de I+D en biomedicina?

–La principal fortaleza es el capital humano. Tenemos muy buenos médicos, muy buenos investigadores, muy buenos científicos con excelente potencial e interés por investigar. Las debilidades están más bien ligadas a aspectos materiales: un investigador se mueve por los recursos que se ponen a su disposición, contratos para postdoctorales, número de becarios con el que pueda contar, instalaciones del centro de investigación, número de seminarios y congresos a los que pueda asistir, la formación de la que pueda disponer... Eso requiere inversión y aquí teníamos grandes carencias que estamos tratando de corregir. Otra de las debilidades era la escasa relación entre la investigación básica y la clínica; aquí todavía necesitamos mejorar pero, como dicen ahora en los colegios, me atrevería a asegurar que, en este sentido, progresamos adecuadamente.

–¿Qué le falta a nuestro país para ser líder en este campo?

–Tiempo, dinero y cambio de cultura. En los últimos 4 años, la inversión española en I+D+i ha crecido exponencialmente, reduciendo considerablemente las distancias con la UE. De hecho, las estadísticas y el número de proyectos puestos en marcha apuntan a que antes de 2012 España se situará a la cabeza de las listas europeas en este campo. El Gobierno ha duplicado la inversión del Ministerio de Sanidad en estos 4 años: de los 220 millones invertidos en 2004 hemos pasado a 417 en 2008. En el resto de campos se sigue una dinámica similar. Y eso no lo digo yo, sino la prestigiosa revista Nature, que en un editorial reconocía que el Gobierno había cumplido su palabra de duplicar el esfuerzo público en investigación, que en la práctica casi se ha triplicado.

–¿Cómo será el Carlos III del futuro?

–La esencia se mantendrá, pero se potenciará su perfil investigador. La principal ventaja de la conversión en agencia estatal será la flexibilidad en su gestión, lo que favorecerá a su dotación con instrumentos máságiles para, entre otros fines, poder atraer a personal investigador joven y competitivo y aumentar las infraestructuras necesarias para abordar proyectos de vanguardia.

–¿No considera que se reconoce poco el esfuerzo inversor de la industria en el Instituto?

–No creo que sea así. Creo que ésta es una relación de la que nos beneficiamos todos y somos conscientes del esfuerzo inversor de la industria, pero también nosotros nos esforzamos en apoyar investigaciones que, de una manera u otra, la van a beneficiar porque, al menos en España, la investigación farmacológica está financiada con fondos públicos. Es evidente que los resultados de las mismas nos ayudan a todos, industria incluida, a conseguir mejorar el tan necesario coste-efectividad. Estoy seguro de que encontraremos fórmulas de colaboración, y en ese sentido estamos trabajando.

–¿Qué ha supuesto para nuestro país la creación de las Redes Temáticas de Investigación (RETICS) y los Centros de Investigación Biomédica en Red (CIBER)?

–Una manera diferente de enfocar la investigación, una forma distinta de atender las necesidades del Sistema Nacional de Salud. Aún es pronto para palpar sus efectos, para trasladar sus logros a los pacientes, pero, sin duda, estas estructuras marcarán un antes y un después en la manera de investigar y en la forma de afrontar las demandas del SNS.

–¿Considera que estos modelos en red se coordinan bien con grandes centros como el CNIC o el CNIO?

–Perfectamente: son modelos diferentes pero no excluyentes. El CNIC y el CNIO nacieron en un momento determinado dónde se consideró que ese era el modelo para apostar por la investigación biomédica de excelencia. Se optó por centros especializados para atraer a los mejores, a los líderes en cada campo, como hemos hecho con Edwin Wagner, líder mundial en investigaciones sobre el cáncer que se acaba de incorporar al CNIO. Además, su nacimiento como fundaciones les permite captar fondos privados. No son las únicas iniciativas en las que participa el Ministerio. Posteriormente, el auge de las tecnologías de la información posibilitó crear estructuras estables de investigación en un mismo tema sin compartir el mismo techo. La idea era que los mejores grupos de toda España trabajaran en red, compartieran datos, experiencias, líneas de trabajo y metas, siguiendo físicamente cada uno en su lugar de trabajo.

–¿Qué se puede hacer –y que se está haciendo– para acelerar la transferencia del conocimiento generado en los laboratorios a la cabecera del paciente?

–Fundamentalmente, apoyar y fomentar todos los procedimientos y proyectos dónde prevalezca la investigación traslacional. Las RETICS y los CIBER son un buen ejemplo de este apoyo. Como lo son el CNIO y el CNIC y, más recientemente, la acreditación del IBIS de Sevilla y el IDIBAPS de Barcelona como Institutos de Investigación Sanitaria del SNS, certificación que lleva aparejado la obligatoriedad de que se integren básicos y clínicos y que giren en torno a un hospital universitario. El Plan de Terapias Avanzadas y la Acción Transversal en Cáncer también tienen como objetivo prioritario la transferencia de conocimientos a la clínica.

–¿Qué ha supuesto para nuestro país la nueva Ley de Investigación Biomédica?

–En los últimos 20 años, la investigación biomédica en España ha experimentado un importante desarrollo, con un aumento exponencial en el número de papers publicados hasta alcanzar más de la mitad de toda la producción científica nacional. Con estos datos, es evidente que se hacía necesario un nuevo marco normativo que no sólo diera cobertura legal a los nuevos avances científicos surgidos en los últimos años para el tratamiento y prevención de las enfermedades, sino que garantizara también la protección de los derechos de las personas involucradas en ellos. Precisamente, éste es el principal cambio de la ley: establecer un marco ético y jurídico que confiera seguridad tanto a los investigadores como a los pacientes que se someten a investigaciones. Ahora, los investigadores pueden trabajar en este campo con las reglas de juego claras, con seguridad jurídica, lo que sin duda reportará enormes beneficios a su trabajo y, por tanto, a los pacientes.

–¿Qué papel tendrá la medicina regenerativa en el futuro de la medicina?

–Sin duda, protagonista. Aún estamos muy en los preliminares para afirmar cuándo, cómo, dónde o de qué manera tendrá impacto, pero creo que estamos a las puertas de uno de los mayores hitos de la ciencia, que nos permitirá mejorar muchos de los procedimientos y la atención que ahora conocemos y dar respuesta a cuestiones que, hoy por hoy, no la tienen, como las enfermedades raras, las neurodegenerativas, etc. Tenemos que procurar estar en ese contexto. España perdió el tren del genoma, no debería ahora perder éste.

–¿Echa de menos el laboratorio?

–Muchísimo. He pasado más tiempo de mi vida en el laboratorio que fuera de él, pero los fines de semana que puedo me escapo un rato a mi laboratorio de Sevilla y repaso con mi grupo lo que se ha hecho, lo que se piensa hacer y así alivio algo la nostalgia.

–Con franqueza, ¿qué es lo que menos le gusta de su nuevo trabajo?

–En lo personal, la separación familiar, ya que cuando acepté el cargo vivía en Sevilla y allí es donde mi esposa y mis hijas tienen organizada su vida. También añoro pasear a mi perra, que era el momento más relajado del día. En lo profesional, me sorprende que los hechos sean menos importantes que las versiones, que no se respeten las opiniones y que se descalifiquen sin aportar pruebas que las refuten. Como investigador me choca, aunque me voy acostumbrando. Y también la teatralidad que rodea el cargo. Todavía recuerdo una de las primeras reuniones que tuve como ministro con representantes sindicales que fue de lo más cordial y al término de la misma algunos de los asistentes me lanzaron agrias descalificaciones. Me quedé de piedra, hasta que comprendí que el reparto de papeles está hecho y casi nadie se sale del guión.

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