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NEUROLOGÍA

Consejos para prevenir las cefaleas leves

JANO.es y agencias · 11 febrero 2008

Evitar el consumo de alimentos como el chocolate o el vino, así como no ayunar ni forzar la vista, son medidas que puede servir para paliar los dolores de cabeza

Podemos empezar por una anécdota que parece provocativa, pero que según la autora me confesó —hace años— partía de una verdad. Isabel Franc publicó Entre todas las mujeres—una novela erótica—, en 1992, en la colección “La sonrisa vertical”. Yo la presenté en Madrid. Aunque, como es natural, después la novela fantasea y se va por otros cauces —nada simpáticos para católicos practicantes— el prólogo cuenta un hecho real, inicial origen de la ficción. Una mujer lesbiana, agobiada por lo que siente como problema, consulta a un psiquiatra del Opus Dei. El doctor ofrece a la mujer —sin salir de su fe— el remedio que parece necesitar: enamórese usted de la Virgen María, le dice. Y sea así feliz. La mujer hace caso al especialista y —entrando ya en la ficción— empieza a tener los más sensuales sueños con la Virgen de Lourdes, que se le aparece también.

¿Por qué cuento esto? Porque muy distinto hubiera sido el caso de la paciente de haber acudido a un psiquiatra no católico, fuese o no freudiano. Los médicos buscan la sanidad del cuerpo humano y practican una ciencia que se quiere básicamente empírica y científica —de hechos probados—, pero en tanto individuos concretos cada médico piensa de una manera —de izquierdas o de derechas, para entendernos— y esa ideología, pero más la moral que la política, se dejará ver en la manera de curar al paciente y —cosa curiosa— en el sentido de la muerte y del dolor. “¿No querrá usted decir —siento replicar— que un catarro o una gripe se curan de modo distinto según la ideología del facultativo?”

Quizá tanto no, porque ahí suele tratarse sólo de aplicar unos remedios de farmacia. Acaso haya que ir a cosas más serias o graves. La cultura cristiana —que lo impregna todo aunque no seamos creyentes, pues se nos impuso durante siglos— otorga al dolor un valor ético. El católico que ofrece su sufrimiento a Dios purifica su alma. Pero ¿qué ocurre —en algunos casos— si el paciente de una enfermedad terminal o simplemente muy dolorosa no cree en Dios, pero el médico que le trata sí? Por profesionalismo, el médico hará sin duda todo lo posible por sanar a su paciente, pero llegado al límite será más reacio a aplicar calmantes por temor — suele decirse— a acortar la vida de ese paciente si excede la dosis repetida. ¿Y si al paciente, con tal de no sufrir, no le importa el riesgo y lo acepta? Está claro, ese paciente necesita otro médico.

El tema del dolor —o los límites de la eutanasia— no son únicamente asuntos científicos, sino en igual medida éticos. Y un médico hoy debe saber —yo diría que está obligado a saber— que no hay una sola moral, que existen diversas opciones morales, como hay opciones políticas. En ciertas especialidades —empezando desde luego por la psiquiatría, pero llegando a menudo a casos mucho más materiales— la combinación médico-paciente debe declarar su camino. La madre de un amigo mío —argentina y judía sefardita— llegó a España en los pasados sesenta y visitó a un reputado ginecólogo de entonces. Después del examen la señora le pidió al doctor que le recetase una píldora anticonceptiva. La señora se quedó de piedra —se lo contó a sus hijos mayores— cuando el médico de marras —muy famoso— le contestó:

–Pero señora, usted sabrá que eso es pecado…

Ni el acento ni el apellido de la dama le hicieron darse cuenta a nuestro ortodoxo que trataba a una no católica. Pero, fuera lo que fuese, ¿dónde quedaba la libertad de la paciente? El caso es antiguo, cierto. Pero el problema no se ha resuelto. Ahí está el tema del aborto, ingrato para cualquier mujer. Si una escoge llevarlo a cabo encontrará médicos dispuestos y otros a quienes se lo impide su código moral. Igual que en estos casos la falta de sintonía ideológica queda clara desde el primer momento —lo hago o no— debiera ocurrir con casi todos los demás. ¿Será un buen consejero en el tema quien crea que la sexualidad fuera del matrimonio es pecado? Para católicos sólo. Y los demás tenemos el derecho de asombrarnos —como poco— al saber que de facto la Iglesia prefiere el sida al pecaminoso condón. ¡Por Hércules!, que decían los viejos romanos.

El derecho a elegir médico no debía depender sólo de la fama o solvencia del facultativo, sino en muchos casos —he dado sólo algunos ejemplos— de la compatibilidad moral de paciente y doctor. Para mí es fundamental, y a sabiendas jamás me pondría en manos de ningún integrista, fuera de la religión que fuese. Decía Bernard Shaw, con sus bromas-veras, que las religiones se habían inventado para quitarnos a los hombres el sentido del humor. Importa lo que crea nuestro médico del mundo y no sólo su diagnóstico. ¿No se dice que la medicina es fundamentalmente humanismo? Ahí está.

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