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NEUMOLOGÍA

Dieta mediterránea contra las enfermedades respiratorias

JANO.es y agencias · 28 diciembre 2007

Los neumólogos señalan que las vitaminas, antioxidantes y ácidos grasos omega-3 que contienen los alimentos típicos de esta dieta ayudan a mantener la salud pulmonar

Las nuevas tendencias del pensamiento industrial subrayan la importancia del individuo. Es un negocio como cualquier otro que, bajo la denominación de “autoayuda”, pretende que hagamos un ejercicio de introspección destinado a conocernos mejor y, de este modo, afrontar con éxito los retos de la felicidad y los abismos de la infelicidad. Aderezado con la palabrería oportuna, la autoayuda ordena lo obvio con grandes dosis de filosofia de pacotilla. Si en sus mejores días la psicología ya abusó de las verdades ancestrales para elaborar un corpus peligrosamente adictivo por lo que tenía de simplificador, la autoayuda parece una escisión díscola de la psicología, protagonizada por muchos profesionales solventes que reducen sus conocimientos a un nivel puramente divulgativo y con un enorme y delirante intrusismo. En resumen, de lo que se trata es de observar la propia personalidad con mucho detenimiento y construir una topografía individual que nos permita llegar a cualquier punto de nosotros mismos sin demasiadas dudas ni conflictos.

En un mundo donde la desesperación es un negocio, anunciar una solución fácil e indolora multiplica los beneficios. No se curan los males, pero se consiguen aliviar algunos dolores y los protagonistas del desconcierto, de la soledad, de la depresión o de la duda existencial encuentran, aunque pueda parecer mentira, cierto consuelo en estas nuevas formas de espiritualidad enfática y narcisista. Todo gira entorno a una figura: el yo. Por supuesto, para que no parezca excesivamente egoísta y que nadie pueda acusarlos de insensibles, los compositores de estas disonantes psicofonías del alma sitúan el yo en un conjunto al que, casi siempre, denominan nosotros. Entre la primera persona del singular y la primera del plural hay una distancia que separa el emisor del receptor del mensaje y el yo acaba siendo el que pontifica y el nosotros la audiencia más o menos fiel de adictos a estas nuevas formas de pensamiento débil. Darse importancia requiere de tiempo, y cuando uno lee cualquiera de esos tratados consigue, si mantiene la guardia baja, situarse en el mundo y alejar la tentación de creerse una irrelevante mota de polvo en el universo. No es para menos. El entorno sociopolítico y laboral tiende a censurar cualquier exceso de imaginación, y la creatividad se encauza con un sistema casi borreguil de acción-reacción, tentación-estímulo. En este contexto, la inestabilidad propiciada por una sociedad que exige cada vez más y sin reparar en gastos necesita de algún discurso que, a la manera de los placebos en la medicina, actúen como sucedáneos de medicamento. No se trata tanto de reflexionar sobre uno mismo como de tomarse una fórmula que amplifica la sensación de estar reflexionando sin tener que invertir ningún esfuerzo. Y así nos va. Darse importancia, pues, es el primer consejo que se le da a aquél al que hemos anulado, ninguneado y conseguido que se sienta como el culo del mundo, simple y mortal mindundi.

Reforzar la autoestima, como la autoayuda, tiene algo de fisioterapia para recuperar el diálogo con uno mismo y con los demás y, una vez situada la importancia de uno en un contexto verosímil, relacionarse con otros elementos igual de importantes —y vulnerables— que uno. Pero cuidado con darse demasiada importancia. Una vez asumido el discurso del cuidarse a uno mismo, de estar pendientes de las reacciones y remodelar los aspectos menos convincentes del carácter, se puede caer en la tentación egotista y la autocomplacencia, que siempre es una forma de egoísmo. “Me considero la persona más importante del mundo”, decía Idi Amín Dada, y el dictador caníbal no sería un ejemplo que debería inspirar ninguna autoestima en crisis, ni siquiera la de los más desesperados.

Otros, en cambio, cuando se enfrentan a dudas existenciales y empiezan a sospechar que les amenaza el desconcierto, se centran en los demás y anulan cualquier voluntad de reafirmación para entregarse en cuerpo y alma a reforzar la autoestima ajena. A primera vista, puede parecer una opción suicida, por lo que tiene de negación del yo, pero a medio y largo plazo entregarse a los demás ha resultado ser una fórmula muy eficaz para olvidarse de las propias dudas.

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