PSIQUIATRÍA
La depresión es el trastorno mental más frecuente en los ancianos
JANO.es · 30 abril 2008
El riesgo de suicidio en personas de edad avanzada con enfermedad mental es de un 15% y la consumación del acto es más habitual que en la etapa adulta
Un par de generaciones atrás, el tránsito de la vida infantil a la adulta se producía mediante ritos de paso. Como quien sube los peldaños de una escalera, el joven se acercaba al mundo adulto. Había un rito para todo: la comunión solemne, la salida de la escuela, la entrada en el aprendizaje laboral y la primera novia, sí, pero también la primera excursión al barrio chino y la primera borrachera. La autoridad familiar aflojaba lentamente la presión: “¡A las ocho en casa!”. El viaje de la infancia a la edad adulta culminaba, en el caso de los chicos, en un último rito de paso: el servicio militar, que implicaba el aislamiento de los jóvenes durante un largo tiempo, un tiempo en el que, algunos mecanismos interesantes (servicio a la sociedad, igualitarismo, lejanía del entorno familiar, vida comunitaria) se echaban a perder. En la isla de la mili, el tiempo se despilfarraba, se aprendían los vicios sociales (escaqueo, alcoholismo, gandulería) y se entrenaba uno a confundir la autoridad con el abuso de poder, la verdad con el grito, el orden con la represión. Dominada por una deplorable falta de objetivos didácticos y por el rigorismo autoritario, la isla militar educaba para el absurdo, la molicie y la corrupción.
Aquel mundo represivo e hipócrita desapareció sin dejar rastro. Substituido por otro mucho más liberal. Tan liberal, que ha eliminado todas las normas. Excepto una: está prohibido que los padres pronuncien la palabra “no”. Está terminantemente prohibido a los padres negar una golosina, unas deportivas, una consola o una fiesta a sus vástagos.
¿Quién lo prohíbe? La autoridad indiscutible del grupo infantil o juvenil. Autoridad que a veces toma la forma de la clase entera, a veces la del tirano de la peña, a veces la del triunvirato de chicas mandonas del colegio. Ya no existen rituales de paso: desde la más tierna edad, los niños se encuentran en restaurantitos o discotequitas, al margen de los progenitores, para celebrar los “cumples” y otras reuniones sociales. Fiesta a fiesta, regalo a regalo, la infancia y la juventud se funden. Son apenas púberes, pero ya frecuentan la noche infinita. Dominados por una autoridad invisible, aunque más gritona e imperativa que los viejos sargentos chusqueros, los jóvenes se socializan en la isla de la noche. Es decir: se someten a la jerarquía de la belleza, a la dictadura de las modas, al imperio de la peña..., rodeados por un mar de alcohol, bajo un diluvio de niebla blanca o química.