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La vacuna Gardasil, eficaz en mujeres hasta los 45 años de edad

JANO.es y agencias · 06 noviembre 2007

Un nuevo estudio muestra su efectividad en la prevención del 91% de las enfermedades clínicas genitales relacionadas con los tipos 6, 11, 16 y 18 del virus del papiloma humano

Las medidas sanitarias y de salubridad impulsadas en las últimas décadas por, entre otras organizaciones, la OMS y el UNICEF han posibilitado que la mortalidad de la población menor de 5 años haya disminuido progresivamente hasta caer, por primera vez en la historia, por debajo de los 10 millones anuales, lo que según ambas organizaciones allana el camino hacia la consecución del cuarto de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) de la ONU —reducción en dos tercios de la mortalidad infantil durante el período 1990-2015.

Sin embargo, este optimismo, según recoge un estudio publicado en The Lancet (2007;370:1040-54), cabecera de nuestro mismo grupo editorial, no estaría justificado. De hecho, sus autores concluyen que “a nivel global no estamos haciendo mejor las cosas para reducir la mortalidad infantil de como lo hacíamos hace 3 décadas”. La reducción de la tasa global de mortalidad, un 1,3% en la actualidad, fue del 2,2% entre los años 1970 y 1985.

Cifras discordantes

La mortalidad global en la población menor de 5 años ha descendido desde los 110 fallecimientos por cada 1.000 nacimientos en 1980 hasta las 72 muertes por cada 1.000 cuantificadas el pasado 2005. En consecuencia, la cifra de muertes en este segmento poblacional, 13,5 millones en 1980, cayó hasta los 9,7 millones en 2005, por lo que puede deducirse que —de seguir con la tendencia actual— la mortalidad infantil se verá reducida un 27% entre los años 1990 y 2015, porcentaje, por tanto, significativamente inferior al 67% contemplado para alcanzar el cuarto ODM.

El problema reside básicamente en que, si bien diversas regiones de Iberoamérica, el norte de África, Oriente Próximo, Europa y el Sudeste Asiático han logrado una reducción continuada y consistente, en torno al 4% anual, de sus tasas de mortalidad infantil a lo largo de los últimos 35 años, todavía existen zonas del planeta donde los avances en esta materia resultan nimios. Como apuntan los autores, “el progreso global del cuarto ODM se encuentra supeditado a las pequeñas reducciones de la mortalidad alcanzadas en el África subsahariana, región que, además, presenta los menores descensos en el índice de fertilidad”.

El resultado, según las estimaciones de la OMS, es que en 2015 se localizará en el África subsahariana no ya el 50% —4,8 millones anuales— de las muertes que hoy en día tienen lugar entre la población menor de 5 años, sino el 60%.

Metodología discutible

¿Por qué difieren las previsiones de las organizaciones supranacionales, más optimistas, de las recogidas en The Lancet? Según el artículo, las estadísticas y estimaciones de las agencias presentan, cuando menos, 5 errores metodológicos que “deben ser subsanados”. Así, en primer lugar, muchos de los datos de mortalidad infantil recogidos no han tenido en cuenta los registros nacionales, más modernos y fiables. A modo de ejemplo, los autores citan cómo las cifras más recientes que baraja el UNICEF sobre México datan de un registro de 1990, todo ello a pesar de que este país tiene actualizados sus datos hasta 2005.

En segundo lugar, las estadísticas de las agencias no distinguen entre, por un lado, los datos reales obtenidos a través de mediciones corregidas por un rango de sesgos conocidos y, por otro, las meras predicciones. A ello se suma, en tercer lugar, que la metodología estadística empleada por el UNICEF en la recopilación de los datos no es la utilizada por todos los países. Ello implica, por ejemplo, que la mortalidad de 2005 comunicada por Costa de Marfil, 195 por 1.000, sea difícilmente reproducible con los métodos de la agencia.

En cuarto lugar, los datos recopilados por los distintos países difieren en cuanto a precisión, característica que estas organizaciones parecen no tener en cuenta. Y en último término, debe destacarse la tendencia de todos los organismos a sobreestimar la mortalidad de varios países del África subsahariana, consecuencia directa de las predicciones realizadas a partir de unos datos incompletos, caso, por ejemplo, de los relativos al VIH/sida.

En definitiva, el artículo exige de las agencias la utilización de una metodología reproducible como única vía para la obtención de unos datos que, válidos y fiables, permitan cuantificar el éxito de los programas promovidos por los propios organismos internacionales y dirigidos a reducir la mortalidad en este grupo poblacional.

El artículo de The Lancet ha sido elaborado por 5 investigadores de gran prestigio: Christopher J. L. Murray y Thomas Laakso, ambos del Institute for Health Metrics and Evaluation de la Universidad de Washington; Kenji Shibuya, del Department of Measurement and Health Information Systems de la OMS; Kenneth Hill, del Center for Population and Development Studies de la Universidad de Harvard; y Alan D. López, de la School of Population Health de la Universidad de Queensland.

¿Manipulación científica?

The Lancet denuncia en un editorial cómo el UNICEF, tras ser informado de las conclusiones de este estudio, se apresuró a presentar ante el mundo el éxito de salud pública que suponía el descenso de la mortalidad infantil anual por debajo de los 10 millones. Una presentación que, además de inaudita —la única actividad de difusión al respecto que realiza habitualmente el Fondo es la publicación del informe State of the World’s Children cada mes de diciembre—, contempló tan sólo una cifra —9,7 millones— y ninguna información adicional. El objetivo del UNICEF, afirma el editorial, “podría ser el de adelantarse al tono más crítico” de un artículo definido por el propio Fondo como “éticamente problemático”.

Sea como fuere, el editorial, titulado Ciencia en la OMS y el UNICEF: la corrosión de la confianza, concluye que estas organizaciones “con la aparente manipulación científica, actúan en contra de las normas científicas responsables que uno debe esperar de las agencias técnicas de la ONU. Un riesgo que puede corroer su credibilidad a largo plazo”.

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