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JANO.es · 28 enero 2008

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La extraordinaria personalidad literaria de Cesare Pavese y su magistral obra han influido en varias generaciones de intelectuales europeos. La singularidad del escritor piamontés, su proximidad, su fuerza lírica y la maestría para encontrar la palabra justa lo han convertido en uno de los autores fundamentales de la literatura contemporánea.

Cesare Pavese (1908-1950) nació en Santo Stefano Belbo, un pequeño pueblo del Piamonte. A pesar de que la familia se desplazó finalmente a Turín, aquellos primeros años en contacto con la naturaleza dejaron un poso de melancolía permanente en el escritor. La nostalgia de sus orígenes, los campos y montañas de su infancia, fueron el lugar común de buena parte de su obra. En muchas de sus páginas se siente el pulso lento de la vida rural, un pulso regido por el paso de las estaciones y por las labores en el campo. El lector puede percibir la añoranza del pueblo, de sus ritmos sosegados, y la confrontación inevitable con la vida en la ciudad.

Aunque Pavese cultivó con éxito la poesía, la novela, el relato, la crítica y la traducción, su personalidad y sensibilidad dejan al descubierto un alma de poeta. Sus traducciones de escritores norteamericanos como Faulkner, Steinbeck, Sherwood Anderson, Gertrude Stein o Hemingway, contribuyeron a insuflar aire fresco a la cultura italiana acartonada bajo el marchamo oficial. La vida de Pavese estuvo íntimamente ligada a la importante editorial italiana Einaudi, de la que fue fundador. También colaboró activamente en la revista La Cultura. Y como era de esperar, sus ideas y escritos antifascistas le condujeron a la cárcel de Brancaleone, un pueblecito de Calabria, donde cumplió un año de confinamiento.

El 27 de agosto de 1950, en el hotel Roma de Turín, un triste hotel junto a la estación de Porta Nova, Pavese se echó en la cama con traje y corbata, pero descalzo, y se tomó una sobredosis de barbitúricos. Dejó escrita una última frase que correspondía a la primera página de su libro preferido, Diálogos con Leucó: “Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿De acuerdo? No chismorreen demasiado”. Sobre las causas que le condujeron al suicidio se ha especulado con el desengaño amoroso, la tendencia depresiva... Muchos años antes de este suceso, el joven Pavese había escrito: “Quiero morir y no dejar que me mueran”.

La luna y las hogueras

La luna y las hogueras (1950) apareció en abril de 1950, en la editorial Einaudi, unos meses antes de la muerte del escritor. Considerada habitualmente como la mejor novela de Pavese, La luna y las hogueras es una obra aparentemente sencilla pero de extraordinaria intensidad lírica y cargada de un gran contenido simbólico.

La novela cuenta el viaje a su pueblo del protagonista narrador, el Anguila, un bastardo que no conoció a sus padres y que fue criado en la miseria por una familia a cambio de la subvención que recibía del gobierno. El viaje al pueblo después de muchos años de peregrinaje en Génova y América, se convierte en una indagación acerca de la propia identidad, en un esfuerzo inútil por recuperar la tierra y su pasado. Ahora todo ha cambiado, las manos que debían abrazarle a su regreso ya no existen, ha hecho fortuna y ha dejado de ser el Anguila para ser bautizado como el Americano. El viaje físico se convierte en un viaje a la memoria, al pasado que creyó poseer y que ya no existe. Aquel mundo de su infancia y adolescencia, regido por las estaciones, por la luna, acaba extinguido en las hogueras.

La novela, ubicada en la tierra natal de Pavese, desprende ternura y poesía, pero no oculta la realidad cruel del desarraigo permanente del protagonista, un hombre que no encuentra su lugar en el mundo. Trasunto de la propia vida del escritor, autobiografía mezclada en la ficción.

Lecturas

Poesía: 
Trabajar cansa (1936). 
Vendrá la noche y tendrá tus ojos (1951).

Narrativa: 
De tu tierra (1941). 
Feria de agosto (1946).
Diálogos con Leucó (1947). 
La luna y las hogueras (1950). 
El oficio de vivir (1952).

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