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OBESIDAD

Abordar la obesidad con una regulación similar a la del tabaco

JANO.es y agencias · 15 mayo 2008

Es lo que propone Boyd Swinburn, investigador de Salud Pública de la Organización Mundial de la Salud

Con menos eco del que por lógica y subsistencia debiera, el pasado 20 de marzo se celebró el Día Mundial del Agua. También con mucho menos eco del que la lógica y la subsistencia aconsejan, este 2008 es, por decisión de la ONU, el Año Internacional del Saneamiento.

Tema de profundo calado, marcado por el hecho de que 2.400 millones de personas en el mundo no tienen acceso a un saneamiento adecuado y, como consecuencia, el agua contaminada sea directa responsable del 80% de las muertes en el mundo, especialmente en la población menor de cinco años. Pero, además, el aumento imparable de la población mundial, la urbanización, la deforestación creciente, la contaminación, la degradación del suelo y su salinización “amenazan el equilibrio y a veces la supervivencia de los ecosistemas terrestres, fluviales y marinos, y por ello el agua está en peligro y es tema de inquietud e incluso de discordia”, como ha apuntado el presidente del Consejo Mundial del Agua, Loic Fauchon, que una y otra vez advierte que estamos ante un problema vital que afecta a todos los países y ante el que el mundo entero debería tomar conciencia.

El 60% del ser humano es agua y la vida sólo es posible a través de ella. Este líquido insustituible está involucrado en la producción de energía, en la agricultura, el transporte, la eliminación de residuos y en múltiples procesos industriales, lo que la convierte en indispensable para el desarrollo. Es, además, un indicador de crecimiento económico de primer orden. Como pocos otros factores, la cobertura de los servicios de agua potable, alcantarillado y saneamiento refleja el nivel de bienestar y desarrollo. Los países pobres que mejoran sus servicios de agua y saneamiento experimentan un crecimiento económico anual del 3,7% en contraste con los que no lo hacen, que sólo registran un aumento del 0.1%.

En el ámbito mundial, el consumo de agua dulce se ha triplicado desde 1950. En este sentido, la diferencia entre países desarrollados y en vías de desarrollo es abismal. En los primeros el consumo medio por individuo supera los 300 litros diarios, en tanto que en el Africa Subsahariana no llega a 20. La Organización Mundial de la Salud estima que cada individuo precisa 100 litros diarios para cubrir todas sus necesidades. Ésta supone menos del 1% de la cantidad total que se consume hoy en el mundo.

En el IV Foro Mundial, celebrado en 2006 en México, se concluyó que, si persiste la tendencia actual, en los próximos 20 años los seres humanos utilizarán un 40% más de agua que en la actualidad. Este hecho hace más trascendental, si cabe, su adecuada utilización. Se estima que el número de personas que vive en países en tensión por falta de agua pasará de los 470 millones actuales a los 3.000 en 2025. Las tierras secas ocupan el 41% de la superficie terrestre y se localizan en todos los continentes, con excepción de la Antártida.

El norte de África y Oriente Medio, Australia, las zonas desérticas de Estados Unidos, la Federación Rusa, China, Mongolia y la India son las regiones que cuentan con mayor extensión de tierras secas.

Por el contrario, Sudamérica dispone del 26% de los recursos hídricos de un mundo en el que las grandes desigualdades son evidentes, como refleja que el continente asiático, que concentra el 60% de la población mundial, sólo disponga del 36% de los recursos hídricos del planeta.

Podríamos hablar asimismo del perceptible cambio climático en el que la escasez de agua dulce se apunta como uno de los efectos secundarios evidentes, además de las hambrunas paralelas a una dramática reducción de las cosechas, a la descontrolada migración de millones de personas como consecuencia directa de las adversas condiciones medioambientales de sus regiones naturales, a la extinción de una de cada tres especies conocidas y, entre otros negativos efectos derivados del aumento de las temperaturas, a la tasa creciente de problemas de salud de entidad, ya sean enfermedades directamente relacionadas con la contaminación o las vinculadas a la escasez, las causadas por organismos acuáticos y las parasitarias.

Ante esta realidad, el Día Mundial del Agua y el Año Internacional del Saneamiento demandan, como imprescindibles altavoces, mayor eco de sus mensajes, aquellos que reclaman mayor solidaridad y toma de conciencia en todo el mundo, mayor asunción de compromiso y responsabilidades en los ámbitos local y nacional y mayor operatividad de todos, y al decir todos también se apela a la toma de conciencia individual, la de cada uno de los que integramos este cada día más deshidratado planeta, porque antes que cualquier otra cosa el agua tiene que ser una responsabilidad compartida.

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