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Más de cincuenta especialistas españoles en microbiología, nutrición, inmunología, ciencia de los alimentos y medicina del aparato digestivo, entre otros, han elaborado el primer documento de consenso que se lleva a cabo en el área de los probióticos. En este documento se ha conseguido unificar el criterio en torno a la definición de estos microorganismos y las principales peculiaridades de su actividad.

Así, por ejemplo, en una de las diez declaraciones consensuadas se especifica que para que un microorganismo sea calificado de probiótico es imprescindible demostrar científicamente que produce efectos beneficiosos en la salud del hospedador (la persona que lo consume). “Es muy importante que, de cara al consumidor, la eficacia de un producto que se anuncia como probiótico esté científicamente demostrada, ya que hay que tener en cuenta que los lactobacilos no curan o previenen patologías en general, sino que cada uno de ellos ha demostrado su eficacia en un área distinta”, explicó el doctor Francisco Guarner, jefe del Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Vall d’Hebrón de Barcelona y coordinador del consenso.

Al hilo de esta declaración, los expertos recomiendan a los consumidores tener muy en cuenta el etiquetado de los productos que dicen contener probióticos, fijándose muy bien en tres datos clave del nombre completo del probiótico en cuestión: la bacteria, la cepa y la cantidad.

Otra de las declaraciones hace referencia a la existencia de cepas probióticas con eficacia demostrada para indicaciones concretas sobre el sistema inmune. En este sentido, la doctora Ascensión Marcos, coordinadora del proyecto y Directora del Grupo de Inmunonutrición del Departamento de Metabolismo y Nutrición del Instituto del Frío del CSIC ha comentado que “ciertos acontecimientos estresantes provocan mecanismos de adaptación en el organismo que pueden tener efectos sobre la salud y, sobre todo, sobre el sistema inmunológico, reduciendo las defensas naturales y aumentando la sensibilidad a infecciones, alergias, enfermedades inflamatorias y cáncer, entre otras”.

Efecto inmunomodulador

Así mismo, la experta señaló que está confirmado el efecto inmunomodulador de los probióticos en situaciones de estrés psicológico y físico. “Se han estudiado con más profundidad dos modelos de estrés psicológico como son el asociado con exámenes académicos y la anorexia nerviosa, observándose que en ambas situaciones el consumo de productos con ciertos probióticos permite modular la inmunocompetencia, mediante la regulación de las concentraciones de citoquinas, inmunoglobulinas y la función linfocitaria”, explicó la doctora Marcos.

Por otro lado, el doctor Guarner presentó los resultados de un meta-análisis publicado recientemente en la revista Pediatrics y que demuestran el papel de los probióticos en la reducción de la mortalidad de los niños prematuros. “Estos resultados se encuentran en el máximo escalafón de la evidencia científica sobre beneficios en salud de probióticos y han demostrado que tratando a 20 bebés prematuros con estos microorganismos se evita una muerte. A esto hay que añadir algo tan importante como que nunca se ha constatado ningún efecto negativo al administrar probióticos a prematuros”, señaló el doctor Guarner.

Este documento de consenso es resultado de la reunión celebrada a finales de 2009 en el CSIC bajo el título Probióticos y Salud. Evidencia Científica, y acaba de publicarse en la versión digital de la revista Nutrición Hospitalaria (próximamente se publicará en la versión impresa). Sus coordinadores ya han anunciado la celebración de la segunda edición de esta reunión para el próximo mes de diciembre.