Domingo, 05 de Mayo del 2024

Últimas noticias

MEDICINA DE FAMILIA

Hoy arranca en Valladolid el XXVII Congreso de Medicina de Familia

JANO.es y agencias · 07 noviembre 2007

Alrededor de 4.000 profesionales asisten a este encuentro, que también celebra sesiones en Salamanca

 

La imagen, de Tino Soriano

Una joven se burla, mostrándole sus senos, de las tesis sobre sexualidad que momentos antes ha expuesto en público un predicador en el paseo marítimo de Miami Beach.

La construcción del mapa personal supone observar los grados de libertad de cada situación, aprovechar las oportunidades y sobre todo “saturar” de contenido nuestra vida cultivando las diferentes proyecciones vitales

Referentes morales

Julián Marías Aguilera (Valladolid, 1914-Madrid, 2005).

A lo largo de más de 50 años de nítida y dilatada trayectoria intelectual, gracias a sus aportaciones al pensamiento actual y a su extensa obra literaria y periodística, Marías se convirtió en una de las figuras más destacadas de la filosofía española del siglo xx.

En una anterior colaboración mencionábamos el humanismo ecológico1 y el personalismo como dos tendencias ideológicas e inspiradoras de moralidad en estos inicios del siglo XXI. Podemos distinguir un personalismo de clara vinculación cristiana, cuyo representante español más ilustre es Julián Marías, un personalismo “de la virtud” —y laico—, cuyo referente podría ser Compte-Sponville, y un personalismo hedonista, entre los que incluyo a Fernando Savater o Michael Onfray —sirvan estos referentes sólo para guiar al lector—. Todos ellos comparten una reflexión basada en la persona, entendida como fin en sí misma2, creadora de todo el universo cultural y a su vez medida de todo valor.

El personalismo ofrece al profesional de la salud instrumentos conceptuales de enorme interés. En un mundo donde los predicadores han sido barridos por los medios de comunicación y donde más que nunca el ser humano puede construir su biografía en libertad, aflora con fuerza la vacuidad y la busca de sentido. La tentación de emborracharnos de “experiencias vitales” o comprar objetos —a veces personas— como manera de ilusionarnos fugazmente no logra llenar las ansias de significado que deseamos para nuestra vida. Las personas somos “futurizas”3, estamos siempre proyectadas al futuro, buscando sentido al mañana, ilusionándonos, y cuando no lo hallamos nos invade el tedio, el aburrimiento, antesalas para una vida “sin gracia”. ¿Cuántas personas confunden este estado con la tristeza o la depresión? ¿Y a cuántas de ellas damos antidepresivos?

Guiones de vida

Sería una hipótesis de trabajo especular si los fanáticos necesitan injertar en su relato biográfico las grandes verdades de predicadores o sectas para evitar el aburrimiento. O si, a un nivel más discreto y cotidiano, la ausencia de liderazgo religioso conduce a muchas personas a una trivialización de su vida. Las religiones son, ante todo, guiones de vida que han probado su eficacia durante muchas generaciones, dando relieve a cada instante biográfico. ¿No sería lógico pensar que la desaparición de este mundo simbólico tiene que tener efectos indeseables sobre determinadas personas, sobre todo aquellas que no saben encontrar otros referentes que den sentido a su vida?

Jamás en ninguna época histórica anterior la persona había dispuesto de tanto tiempo para ella misma, ni de tantos recursos materiales, ni de tanta libertad. ¿Puede extrañarnos ver a jóvenes —y no tan jóvenes— sin saber qué hacer con su vida? No perdamos de vista que esa es una crisis necesaria en toda existencia, un punto de sana inflexión cuando la persona se reconoce en crisis. El grupo de referencia —familia, amigos— traza una senda —lo “correcto”— y unos objetivos —“las pertenencias codiciadas”—. Pero, hasta que la persona no hace suyas esta senda y esos objetivos, su vida no tiene “gracia”, ni adquiere temple. Existe un momento biográfico en la vida de cada cual en la que decidimos hasta qué punto vamos a agradar a nuestros grupos de referencia —amigos, familia, trabajo— o hasta qué punto nos permitiremos “ser nosotros mismos”. Esta última decisión, curiosamente, tiene efectos reverberantes pues, en la medida en que nos afirmamos en nuestra individualidad, esta individualidad se expande, se crece, y es capaz de prescindir del aplauso como premio al esfuerzo. La persona se asienta en sus elecciones, empieza a creer en sí misma y en tal medida es más persona. Ser médico exige este paso, porque el médico que espera el agradecimiento de sus pacientes o de sus jefes acaba irremediablemente en crisis.

Capital de amor propio

Pero este camino exige un capital de amor propio y un paso previo: permitirse dicho amor propio, no como amor narcisista, sino como inclinación a querer “lo que nos es propio”, nuestro cuerpo, nuestros talentos, incluso nuestros defectos4. Es un difícil camino para el que disponemos como en ninguna otra época de muchos guías: el cine, la literatura, la misma televisión… Nuestros antepasados apenas contaban con biografías de santos o las historietas ejemplares. La literatura, en particular, marca el listón más elevado en nuestra educación sentimental5, mostrando diversas maneras de estar en el mundo, diversos guiones vitales, diversos temples…

El personalismo constata todos estos aspectos y nos propone construir un “mapa personal”, configurar una “instalación” en el mundo, a partir del cual “explorar […] aquellas zonas en que lo personal va menguando, hasta perderse en lo impersonal, como un foco de luz termina por apagarse en las tinieblas3 (pág. 205). Esta instalación tiene su suelo en la carga genética que heredamos. Siempre hay que partir de nuestro cuerpo y nuestra animalidad para a veces reprimirla, pero en general aprovechar sus fortalezas. La ingenuidad puede ser una forma de inteligencia —una manera de contactar con lo genuino— y las emociones que experimentábamos en nuestra infancia una guía infalible del temple con que nos dotó la naturaleza —y las emociones que debemos cultivar en la tarea de envejecer—. ¿No deberíamos llamar espontaneidad al acto por el que dejamos aflorar al niño que llevamos dentro? La diferencia entre distraerse y divertirse es este afloramiento de emociones asilvestradas —y observe el lector que sólo cuando nos divertimos recuperamos la ilusión por la vida.

Una trayectoria vital

Pero la persona es mucho más que eso. Es una trayectoria vital que a cada recodo queda transformada, siendo aún ella misma. Cada instante obliga a elegir, y la persona puede experimentar cierta fatiga, dejando que la inercia y el hábito sustituyan a su voluntad. ¡Cuanta pereza —y a veces miedo— despierta en nosotros el riesgo! Pero todo lo interesante de esta vida lo hemos realizado asumiendo riesgos, y cuando hemos querido evadirnos resulta que también hemos asumido riesgos, incluso de peor catadura —por ignorados—. El personalismo nos invita a elevar a los altares los actos de decisión, las intenciones con que dotamos nuestra biografía, porque estas decisiones y estas intenciones son las semillas que plantamos. En el bien entendido que también debemos en lo posible elegir dónde las plantamos, puesto que como afirmaba Ortega “yo soy yo y mi circunstancia”, pero a veces debo salvar mis circunstancias para salvar mi yo.

La construcción del mapa personal supone, por consiguiente, observar los grados de libertad de cada situación —en lugar de permitir que otros elijan por nosotros—, aprovechar las oportunidades —pero también aproximarnos a ellas para hacerlas más probables— y sobre todo “saturar” de contenido nuestra vida. Esta saturación pasa por cultivar las diferentes proyecciones vitales: nuestra condición de padres o hijos, nuestro rol profesional, las querencias que nos son más próximas en el trabajo o en la familia, el equilibrio de nuestras ambiciones sociales con las de recorrido más corto, pero más profundo… ¡Cualquier renuncia a alguna de estas esferas da lugar a una amputación biográfica y a una cicatriz! He aquí algunas frases de pacientes que ejemplifican lo que quiero decir: “ahora me doy cuenta de que he hecho sacrificios por muchos clientes que no he sido capaz de hacer por mis familiares más próximos”; “mi agenda está llena de reuniones y entrevistas, y no soy capaz de encontrar un hueco para mi mismo, detenerme y reflexionar hacia dónde voy”; “lo he hecho todo por mis hijos y mi marido, y ahora que ya son mayores me noto vacía y ellos me ignoran”.

Vivir en plenitud

Saturar la vida aún no significa vivirla en su plenitud. Para ello necesitamos que estas actividades sean intensas, genuinas, llenas de significado personal. Julián Marías, de nuevo, nos advierte que esta intensificación se produce cuando hemos desarrollado cierta vocación o compromiso. La actividad profesional casi siempre necesita de vocación para ser plena, pero también la vida familiar o el cultivo de amistades. No podemos establecer muchos compromisos, nuestra capacidad es limitada porque cada uno de ellos va a exigirnos mucho esfuerzo. Pero son los amarres de la vida. Una vida sin compromisos y sin vocación es, después de todo, una vida trivial, al albur de cualquier viento caprichoso.

Regresamos en este punto, y de manera oportuna, a lo que significa ser médico. En cualquier momento histórico que queramos considerar, la profesión de médico puede interpretarse “como una actividad más” —técnica, operativa, contractual—, o como una actividad nacida de la confianza. La primera modalidad de ser médico resulta trivial, y a la larga podrá ser ocupada —quién sabe— por robots o por internet. Pero una relación basada en la confianza siempre tendrá una presencia, porque en ella el médico se compromete como persona, compromete su prestigio y por tanto “promete” dar lo mejor de sí mismo. Un médico así tiene amor propio, y pone encima de la mesa su prestigio como algo valioso. ¿Cuándo lograremos un Sistema Nacional de Salud que favorezca esta personalización? En todo caso, digamos que sólo en tales circunstancias ser médico resulta algo plenamente significativo.

Bibliografía

1. Borrell i Carrió F. Humanismo ecológico. JANO. 2006;80-2.

2. Kant I. Fundamentación de la metafísica de las costumbres. Madrid: Espasa Calpe; 1994.

3. Marías J. Mapa del mundo personal. Madrid: Alianza Editorial; 1993.

4. Savater F. Ética como amor propio. Barcelona: Grijalbo Mondadori; 1988. 4. Marías J. La educación sentimental. Madrid: Alianza Editorial; 1992. 5. Marías J. Persona. Madrid: Alianza Editorial; 1996.

Noticias relacionadas

20 Dec 2007 - Actualidad

Corrigen el síndrome de X frágil en ratones

Científicos estadounidenses han observado que los síntomas mejoran mediante la alteración de la actividad del solo gen del receptor metabotrópico del glutamato mGluR5

20 Dec 2007 - Actualidad

Nuevos datos sobre el papel individual de las neuronas

Tres investigaciones aparecidas en "Nature" sugieren que estas células del cerebro tienen mayor capacidad para procesar información de forma individual de lo que estimaba

20 Dec 2007 - Actualidad

El síndrome premenstrual podría alterar al sistema nervioso

Los síntomas graves que experimentan algunas mujeres afectan a la actividad del sistema nervioso autónomo, según revela un estudio japonés

19 Dec 2007 - Actualidad

Proyecto para erradicar la oncocercosis en África

Es una iniciativa del Banco Mundial y de Merck & Co., con un coste de 50 millones de dólares, y que abarca 28 naciones africanas donde la llamada "ceguera de los ríos" es endémica

25 Oct 2007 - Actualidad

Ausencia de la medicina de familia en los programas universitarios

La semFYC denuncia esta situación, recordando que se trata de la especialidad que ejerce más del 40% de los facultativos españoles

Copyright © 2024 Elsevier Este sitio web usa cookies. Para saber más acerca de nuestra política de cookies, visite esta página

Términos y condiciones   Politica de privacidad   Publicidad

¿Es usted profesional sanitario apto para prescribir o dispensar medicamentos?