HIPERTENSIÓN
Identificadas dos carencias moleculares asociadas a la preeclampsia
JANO.es y agencias · 12 mayo 2008
Niveles deficientes de COMT y del 2 metroxiestradiol puede conllevar al desarrollo de hipertensión en el embarazo
TDAH, siglas tras las que se esconde uno de los más frecuentes trastornos del neurodesarrollo en la población infantojuvenil, que incide de forma muy negativa en su calidad de vida, en su relación con el entorno social y, en definitiva, en su desarrollo personal.
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad es una patología crónica que comienza a manifestarse antes de los 7 años y que presenta el 2-5% de la población infantil y juvenil. Objeto de numerosos estudios, se ha evidenciado que el TDAH provoca dificultades de diverso calado a la hora de mantener la atención y conductas hiperactivas y/o impulsivas. Estos condicionantes tienen su expresión real en el desarrollo del sujeto, condicionando un menor rendimiento académico; una dificultad creciente en la adaptación social y, como directa consecuencia de estas peculiaridades, serios desajustes emocionales.
A lo largo del desarrollo de la persona, la sintomatología puede cambiar o disminuir, pero en ocho de cada diez casos los niños continuarán presentando problemas en la adolescencia y un 30-65% también en la edad adulta.
No se conoce el origen de la enfermedad, aunque se sabe que cursa con una producción irregular de dos neurotransmisores, dopamina y noradrenalina, esenciales en el proceso sináptico neuronal. Los expertos sugieren el carácter multifactorial del trastorno con la confluencia de factores biológicos y psicosociales.
Entre los primeros, la genética parece desempeñar un papel protagonista, además de acontecimientos prenatales y perinatales, a los que no parecen ajenos factores como el bajo peso al nacer o el consumo de alcohol y tabaco durante el embarazo.
En cuanto a los factores psicosociales, se detecta mayor prevalencia en los medios urbanos desfavorecidos, en los que son más comunes situaciones de malnutrición y exclusión social, y problemas ligados a la violencia. Estos condicionantes favorecen la aparición de los síntomas y contribuyen a su desarrollo y perpetuación.
Las investigaciones apuntan a una mayor incidencia y prevalencia en los niños que en las niñas, en una relación que, según algunos trabajos, llega a ser de 9 a 1. La expresión de la patología también parece estar condicionada por el sexo, ya que en la población femenina suelen manifestarse con mayor frecuencia problemas de atención, dificultades cognitivas y síntomas ansiosos y afectivos, en tanto que en la masculina impulsividad y agresividad son las expresiones más frecuentes e intensas.
Hay tres tipos de TDAH: el hiperactivo-compulsivo; el inatento, en el que predominan los síntomas relacionados con la falta de atención, y el combinado, en el que el sujeto presenta una mezcla de síntomas.
Como elemento clave de cara a realizar un diagnóstico correcto, los expertos llaman la atención sobre el hecho de que, frecuentemente, el TDAH se presenta asociado con otras patologías comórbidas, como el trastorno negativista desafiante, en el que el sujeto presenta conductas de oposición que lejos de ser esporádicas se mantienen de forma continuada, provocando enfados explosivos y riñas con adultos. Además, el niño se vuelve muy sensible a los comentarios de los otros y culpa a los demás de los errores propios.
Los trastornos de ánimo, que incluyen la depresión, la distimia y el trastorno biopolar también están asociados, pues los presenta el 20-30% de los niños con TDAH, con un riesgo de tenerlos cinco veces superior al de la población normal. Asimismo lo son los trastornos de conducta y la ansiedad por separación, causa frecuente de rechazo y fracaso escolar, pues el niño tiene miedo a separarse de los padres y al acudir al colegio puede presentar síntomas físicos como dolores de cabeza, de estómago o vómitos.
Respecto al diagnóstico y al tratamiento, los expertos insisten en que, además de evaluaciones médicas y tests pedagógicos, un buen diagnóstico debe incluir una entrevista completa y detallada con los padres, a fin de obtener todos los datos posibles sobre el estado general y los comportamientos del niño. Y, a la hora de instaurar el tratamiento, se hace imprescindible un programa integral que involucre terapias psicológicas, psicopedagógicas y farmacológicas.
El mensaje es claro. No es infrecuente que padres y profesores juzguen como maleducados, ruidosos e insufribles a niños inquietos que se aburren enseguida y no dejan de molestar a sus compañeros. Pero son pocos los que conocen y asumen que esos comportamientos son consecuencia directa de una patología, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, que afecta al desarrollo social y emocional del sujeto y que le provocan aislamiento y sufrimiento y que, a largo plazo, puede conducir a una disminución del rendimiento académico que con frecuencia desemboca en fracaso escolar.